Para los que no dominéis el inglés, he preparado una adaptación (espero que los que controléis no veáis muchos fallos).
Queridos profesores:
Allá vamos, otros 180 días juntos.
He pasado un verano largo y lleno de actividades con
mis hijos, y estoy lista para devolver a mis preciosos retoños a vuestras
cuidadosas y capacitadas manos.
Espero que os encontréis descansados y recargados.
¿Habéis conseguido descansar mientras preparábais las
lecciones? ¿Fuísteis capaces de disfrutar de una bebida tropical con una
pequeña sombrillita mientras seguíais vuestros programas de formación contínua?
¡Fantástico! Porque tenemos un largo año ante
nosotros.
Como ya sabéis, soy una madre bastante guay. Estoy
comprometida con la educación de mis hijos. Intento ayudar a que mis hijos
tengan un equilibrio entre el trabajo, la diversión y la vida familiar.
Lo más importante, intento no avergonzar a mis adolescentes.
Por ejemplo, no me volveréis a ver sentada en mi coche a la puerta del cole,
con las ventanillas bajadas, la radio a todo volumen y cantando a Hombres G con
mi imitación de David Summers más exagerada. Prometo a mis niños, y al
vigilante, conductores de autobuses y diversos vecinos, mantener las
ventanillas cerradas.
Pero no importa lo fantástica que me crea como madre,
siempre hay margen para mejorar, ¿verdad? Juntos, somos un equipo. Y este año,
voy a empezar con una promesa para ser un miembro del equipo aún mejor.
He preparado una lista de recordatorios y motivaciones
para este curso. Por favor, no dudéis en añadir vuestras propias sugerencias a
mi “Promesa de Proceso de Mejora Paterna para el Curso Escolar”.
“Promesa de Proceso de Mejora
Paterna para el Curso Escolar”.
Prometo asegurarme de que mis niños tengan un descanso
reparador por la noche antes de enviarlos a la escuela. Si fuera necesario,
confiscaré todos los aparatos electrónicos y quitaré los fusibles a la hora de
dormir. También consideraría rellenar las almohadas con saquitos mágicos de
camomila e incluso pedir ayuda al mismísimo Morfeo.
Intentaré convencer a mis hijos para que tomen un buen
desayuno. Al que insista en irse de casa con una simple tostada, al menos me aseguraré
de que sea de pan integral.
Revisaré la mochila de mi niño más pequeño en busca de
los papeles que quedan perdidos en el fondo de la bolsa y que a veces no
resurgen hasta Junio. Si mis hijos mayores deciden no hacer seguimiento de sus
propios papeles, no llamaré al colegio rogando ampliar el plazo. Es mejor vivir
y aprender de los errores ahora que en la universidad, cuando esos pedazos de
papel representen cientos de euros.
Si me encuentro con vosotros en la tienda o después de
un concierto de la escuela, no os llevaré aparte para una mini charla o para
daros información importante que incluya fechas, horas y números de teléfono.
En vez de eso, os enviaré un email, de manera que los dos recordemos qué
demonios he dicho. Y cuando os lo envíe no esperaré que me contestéis en el
plazo de una hora, ni siquiera en el mismo día.
Si me llamáis con la mala noticia de que mi hijo tiene
un comportamiento menos que bueno, mi respuesta no será “¡Mi maravilloso hijo
NUNCA haría eso!” Me he comido esas palabras muchas veces, sazonadas con
vinagre y azúcar. A veces con salsa picante.
Prometo no poner más trabajo en los deberes y proyectos
de mis hijos que ellos mismos. Si tengo una inclinación a hacer preciosos
dioramas o el ardiente deseo de expresar mi creatividad mediante un collage de
cartulina, soy libre de hacerlo por mi cuenta. Puedo colgar los resultados en
Pinterest para que me pongan nota.
Prometo ponerme en contacto con vosotros en primer
lugar cuando tenga cualquier preocupación sobre mi hijo. No acudiré
directamente al ministro de educación para quejarme de unos confusos deberes de
lectura de tercero. No voy a abordar todos los problemas con una maza o con
unas citas de Jean Piaget que encontré en internet.
No creeré ciegamente a mi hijo si me dice que de
repente os han salido cuernos y un rabo puntiagudo. (A cambio, por favor, no os
creáis a mis hijos si os dicen que tengo ojos que echan chispas y serpientes
saliendo de mi cabeza. Bueno, no la mayoría de los días).
Y por último, cuando elija el regalo para fin de
curso, prometo no volver a regalaros otra taza para el café… A menos que esté
pegada a una nota de agradecimiento, escrita en un vale por una bebida tropical
con una sombrillita de papel.
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